Viaje al fin del tiempo
Recorre la lluvia tardes enteras por las calles de Santiago.
Ya no hay más marchas.
Ya no hay más colores en las banderas.
Ahora son trapos negros/
flameantes antorchas/
pidiendo tinto... en descontento.
Aflora el gusto a tierra mojada en la punta de la lengua, así como la secta de los maniseros sigue rondando la moneda.
Mientras en una esquina se desploma una hoja seca; en otra calida Alameda hombres de terno caminan marcha atrás.
Ahora, todo es transpiración de sexo,
imagenes húmedas que se pixelan con la lluvia.
¿Será coincidencia que lacivos pensamientos recorran mi ciudad? o,
¿es que nadie sabe que después de la lluvia, las hojas se hacen polvo?
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