Frío en los ojos

El frío encarnado en los ojos, como el vodka en la revolución del 17 -a principios del siglo XX-, descubre la verdadera historia de un Santiago iluminado por la pobreza y la mendicidad, imagen postmoderna del Londres industrial de Charles Dickens.

Son extrañas las horas capitalinas en las que deambula una truhanada, alimentando la helada noche de invierno con petaca en mano y, un cigarro que compartir a los pies de un indigente a la salida del Estadio Victor Jara. Incontables serían las vandálicas elipses -peripesias surrealistas de vendedores de sueños- que se circunscriben entorno al Santiago viejo. Aquel que aún entona boleros a la salida de sus casas.

A la salida de una casa, con manta roja sobre los pies y, escarcha alba bajo el pecho demacrado de un viejo adicto al "pucho" (es que el cancer lo esta matando); los gatos pasean ronroneando, languetiando sus calzas, como si la escarcha fuese leche. Es que la humanidad se pierde en un silvido y, en un instante vuelve a brotar. Y brota de la transpiración de un indigente. Es que en Chile si hay pobreza, flojera y pocas ganas de hacer que todo funcione mejor.

En su tiempo, todos trataron de hacer que Chile funcionara, esta de más decir que Lagos dijo: "Las instituciones funcionan". -Si funcionan... por qué recalcarlo-. Más atrás en la historia, fue el pipeño que brindó Alessandri en La Piojera el que calentaba al bagabundo roñoso. Ahora, con suerte los únicos que se calientan son los de gobierno. Se calientan "en moteles de cinco lucas las tres horas", así me contó un viejo sapo (por si a alguien le intersa). En realidad hoy en día nadie embriaga a nadie de calor, a menos que sea de esos que rápidamente se le calienta el hocico, entonces podríamos hablar de una extraña enfermedad termo vucal.

En fin, nadie disfruta del calor ajeno -sin pedir algo a cambio-; es que hablo de los "hola perro", "que tal perrito", de esos que desconocen la verdad del río Mapocho, y que sólo entienden de la calenturas en Avenidad Suecia o de Morandé con Compañía. Quizás no les haría mal un trueque al más puro estilo latinoamericano, -cosa que traiga calor para todos-. Está de más hablar de Argentina y el gas -o de las "che" que si abrigan-, con suerte nos llega la televisión por cable con imagenes calientes. Con suerte una teta al aire en la televisión local... Exigimos algo de la selva meridional y de fútbol. ¿Es que la alegría de sentir que podemos vivir en paz nunca llegara?