Primera Profecía
Primera Profecía
Santiago de Chile se enciende en llamas. La gente corre por cementerios nuevos; rejas bajas resguardan nichos viejos.
Los carros de agua, ahora escupen fuego, despeinando a obreros y bomberos. Al pueblo ya no le gusta su historia; opta dejar dolor en el norte, sin pensarlo, corre iracundo por calles que llevan a canchas de fútbol. La gente corre en manadas por los cerros -a lo lejos se ven los techos de vidrio-. Todos se arman, se pintan, cantan, corretean a la autoridad. Entonces, el suelo se abre como pan, y a las faldas de una industria farmacológica se ven las primeras carpas de la ocupación.
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